jueves, 18 de diciembre de 2008

Síndrome de abstinencia.

Una y otra vez revisó el móvil, ningún mensaje no leído, ninguna llamada perdida.
La voz metálica de telefónica le repitió mil veces al día “bienvenido, usted no ha recibido ningún mensaje nuevo”.
Nada en el correo electrónico.
En el buzón de la puerta de calle, sólo boletas para pagar, ninguna carta, ninguna tarjeta.
Desconectó el teléfono fijo, apagó el celular, bajó la llave de luz general y dando un portazo con el que temblaron los vidrios, salió a la calle.
Caminó con la velocidad que sólo da el enojo.
Fue hasta una herboristería, pidió un compuesto de terapia floral:--- Necesito yaaaa, un rescate!!!.
Lo tomó como si fuera un tequila.
Volvió la calle, siguió caminando, apurada, frenética, hasta la Terminal de Ómnibus; frente a una y otra ventanilla , revisó horarios, costos, destinos, su decisión fue rápida: --- Me das uno para el que sale ya a Mendoza???
Cuando el Micro hubo partido, cerró los ojos, y por lo bajo murmuró--- “por vos, nunca más, ni una sola lágrima”...